“Torture garden” (1967) comienza en el prometedor escenario de un parque de atracciones donde varios paseantes son seducidos por el espectáculo del “Jardín de las torturas del Doctor Diábolo”. En esta ocasión el maestro de ceremonias, o sea el Doctor Diábolo en cuestión, es un Burgess Meredith un tanto histriónico que parece todavía poseído por su papel de Pingüino en la serie de televisión de “Batman”. El feriante introduce a los personajes en una atracción en la que la figura de una tejedora les irá prediciendo su futuro siempre vinculado a la parte más malvada de sus diferentes personalidades. El guion de esta película (al igual que el de otras ya comentadas y otras que todavía están por comentar) viene firmado por Robert Bloch.
1. “Enoch” Un vividor de clase alta visita a su moribundo tío con objeto de obtener dinero suficiente para alguna de sus triquiñuelas, pronto descubrirá que el tesoro que se oculta en la casa viene acompañado de un terrible secreto.
2. “Terror over Hollywood” una poco escrupulosa aspirante a actriz se convierte en la amante de un atildado galán del cine que la introduce en el cerrado círculo de los “top ten de Hollywood”, un grupo de estrellas para las que no parece pasar el tiempo aunque hay un espeluznante razón para ello. Un episodio apreciable sobre todo por el lujurioso ambiente “sixties” en el que se desarrolla y que le da un aspecto semejante al de una película de James Bond.
3. “Mr Steinway”, otra ambiciosa jovencita británica (para colmo prima de la protagonista del episodio anterior) seduce a un afamado y edípico músico, aunque para lograrlo tendrá que luchar contra un rival tan inverosímil que hace que el “Christine” de Stephen King parezca un argumento realista.
4. “The man who collected Poe”, duelo interpretativo entre Peter Cushing y el habitualmente sobrio Jack Palance que sin embargo aquí actúa como si estuviera bajo los efectos de un serio caso de síndrome de abstinencia causado por el opio. Los dos hombres se consideran los más fieles y enfervorizados admiradores de Edgar Allan Poe, la obsesión de ambos por el bostoniano bigotudo cristalizará en una resolución que al menos a mí hizo que se me cayeran los huevos al suelo.