SUSPIRIA, DE DARÍO ARGENTO.

Con esto del Coronavirus me he tenido que encerrar en casa.

Como soy persona de riesgo, tengo ochenta años, no me viene a ver ni mi sobrino Federico, para no contagiarme. Y tampoco salgo a la calle, claro, más que para tirar la basura. El chico del supermercado cercano me trae lo que necesito. Igual que la farmacia. A las ocho de la noche salgo a aplaudir, más por encontrarme con los vecinos de enfrente, vecinos de toda la vida del barrio de Salamanca de Madrid, donde vivo. En frente está mi amigo Genaro, al que veo de balcón en balcón y nos contamos cosas y nos reímos un poco. Ya hace días que no lo veo. Le habrá pasado algo. O se habrá muerto. El otro día reíamos pensando que la muerte no es lo peor que nos podría pasar, jeje.

Bueno, el caso es que, confinado en casa, solo tengo la compañía del dichoso ordenador, el cual es ahora mi única ancla con el mundo exterior y he aprendido a leer el periódico por aquí, aunque no me aclaro bien, e, incluso, a ver películas. Como no sé muy bien cómo buscar las películas que quiero ver, mi sobrino Federico me envías los enlaces por correo electrónico (de eso también tengo) y solo tengo que hacer clic en ese enlace y me aparece la película.

Bueno, ayer estuve viendo “Suspiria”, una película italiana de Darío Argento que causó cierto revuelo en la época, 1977. Me acuerdo muy bien porque en su momento hice la crítica en el periódico Ya, ya desaparecido. Mi sobrino me ha ayudado a buscar esa crítica, todo está en Internet, y la película he querido volver a verla para comprobar qué tal había pasado el tiempo por ella y por rememorar algunos recuerdos, pues en aquella ocasión fui al cine a ver Suspiria con una señorita. Y bueno, les reproduzco lo que escribí en aquel momento. La película ya la volví a ver y, prácticamente, sigo pensando lo que entonces. Me dicen que hay una nueva versión, del año pasado, puede que la vea a ver si, esta vez, sí que saco algo más en claro.

“SUSPIRIA”.

La película “Suspiria”, de Darío Argento, no ahorra momentos intensos de puro terror, donde los colores toman un gran protagonismo; pero la factura final del filme no acaba de convencer.

SUSPIRIA.

Dirección: Darío Argento.
Producción: Claudio Argento.
Guion: Darío Argento y Daria Nocolodi, basado en la obra “Suspiria de profundis”, de Thomas De Quincey.
Interpretación: Jessica Harper, Stefania Casini, Flavio Bucci, Miguel Bosé, entre otras.
Música: Goblin.
País/año: Italia, 1977
Versión: Versión en inglés con subtítulos en español.

Foto de la portada de este artículo: pinterest.es.

 

El subgénero cinematográfico llamado “Giallo”, acoge películas italianas, producidas en los años 60 y  en esta década, que tienen, como denominador común, historias de misterio e imaginación, con una fuerte dosis de erotismo y escenas violentas de efectos exagerados: sangre y vísceras.
Darío Argento es uno de sus máximos exponentes. Ya había metido la nariz en el género a principios de esta década de los 70 con largometrajes como Il gatto a nove code o Profondo rosso, después de hacer algunos “espagueti westerns”, películas de guerra e, incluso, de humor.

Suzy Bannion (Jessica Harper), una bailarina estadounidense, llega a un pueblo alemán para estudiar en su afamada escuela de baile, Freiburg Dance Academy. Pronto empezarán a pasar cosas extrañas en el colegio que Suzy no puede comprender. La desaparición de una de sus compañeras, a la que estaba especialmente unida, hará que Suzy se adentre en los misterios del edificio.

La actriz Jessica Harper. Foto: elregidordecine.com

La película tiene un arranque magnífico, cuando Suzy llega al aeropuerto alemán y ya empieza a tener visiones extrañas como que la llevan “a otra dimensión”. El arisco taxista la lleva, en una noche muy lluviosa, a la escuela de baile Friburg. Justo en el momento de llegar, Suzy observa que una chica sale despavorida de la mansión y se interna en el bosque. Suzy es rechazada esa noche en la academia de baile, pero regresa al día siguiente y es presentada a la directora, sus compañeras y las profesoras.
Todo en la mansión es extraño. A pesar de la fastuosidad y el lujo conque la escuela de baile es presentada al espectador, una no deja de sentir una frialdad y un artificio realmente sobrecogedor. La cámara nos va mostrando los pasillos, las galerías, los cuartos de las estudiantes, mientras la imponente música del grupo de “rock sinfónico” Goblin subraya la extrañeza con la que Suzy y el espectador se van sumergiendo.

Dario Argento utiliza ya, desde el principio, una impresionante paleta de colores que nos va avisando de lo que nos espera. Al inicio del filme, los colores sombríos, azules casi negros del viaje en taxi y el bosque donde se pierde la estudiante que escapa (y su figura blanquecina, fantasmal, como un faro entre los árboles oscuros, alumbrados levemente por luces de varios colores). La academia de baile, en pleno día, presenta en su fachada una chillona combinación de colores imposibles: rojo intenso ribeteado por columnas negras y lazos dorados. Dentro de la mansión, la paleta se abre y nos muestra diferentes y ricos colores de los muchos que se cuelan por entre las cristaleros multicolor de las habitaciones y que atraviesan, en pleno día, el salón principal. A pesar de que dominan los rojos y amarillos en este momento, toda esta gama nos da sensación de frialdad y nos predispone al prodigio. El primer asesinato ocurre de forma violenta e inesperada. La primera víctima ve, desde su cuarto, unos ojos negros en la oscuridad de su ventana para rápidamente ser atraída hacia el cristal por unos brazos fuertes y peludos que acuchilla cruelmente a la víctima, la postra sobre una cristalera de varios violentos colores y la ahorca en el propio salón de la escuela de baile. Argento se recrea en la imagen bestial de la víctima ahorcada, descalza, medio desnuda y con una sangre chillona recorriéndole las piernas.

 

El director muestra a las claras los asesinatos, con abundancia de sangre y miembros amputados, sin solución de continuidad. Los siguientes crímenes, de los que Suzy ya es consciente, se presentarán de la misma manera.
El color rojo es para Argento el color del peligro. Siempre que el rojo aparece es la antesala de un crimen brutal y sangriento. Cuando las bailarinas tienen que dormir en el salón porque en los cuartos hay una plaga de gusanos, también será el rojo el que subraye la escenas. Cuando Suzy y su amiga Sara oigan extraños sonidos y ronquidos que no se sabe de dónde provienen.

Entre las escenas sangrientas se suceden otras de supuesta tranquilidad: los cuartos de las chicas, de suave color anaranjado de las lámparas de noche, mezclado con el azul negrísimo de la oscuridad que entra por las ventanas, los apagados colores cobalto de la piscina… Los pasillos se tiñen de azul y rosa y otros colores pastel cuando Sara, la amiga de Suzy, sigue los misteriosos pasos que oye por la noche. El azul y otros colores suaves son los colores del suspense, al que sigue el verde esmeralda, que ilustra la curiosidad irrefrenable que siente Sara; esto sirve de premonición al rojo violento conque, una vez más, nos obsequia Argento cuando Sara es también asesinada con saña y con una imaginación desbordantes.

Suzy advierte la desaparición de Sara y buscará ayuda, primero, en la directora y las profesoras del centro, que no le hacen mucho caso; luego, en psiquiatras y expertos en magia. Al final, sintiéndose sola, Suzy seguirá los pasos de su amiga Sara, pasando por la misma gama de colores que acompañó a su amiga a su destino final. Suzy conseguirá que llegar hasta donde Sara no pudo: adentrarse en el inframundo que esconde la academia de baile.

Darío Argento en el rodaje de Suspria, 1977. Foto: jotdown.es.

Película que-no-está-mal, con momentos sobrecogedores y unos buenos sustos. Sin embargo, tiene esa pátina de cine “amateur” o de película hecha con el dinero justo. Muchos efectos de “Suspiria” dan risa o son tan exagerados que es imposible que sean tomados en serie. Lo risible de algunas situaciones y de ciertas escenas provoca hilaridad en la sala de cine. La utilización de los colores es magnífica, la música está de manera irreprochable bien empleada y las interpretaciones son correctas. Eso sí, la historia no se sabe por dónde va desde el punto de vista del guion y termina uno la película con la desagradable sensación de que le han tomado el pelo.

De todas maneras, el espectador que vaya al cine a ver “Suspiria” se encontrará con escenas fuertes, que podrían herir su sensibilidad  y es por ello que esta película está correctamente clasificada como “S”.

 

Y esto fue lo que escribí en la época, estimados, allá por 1977. No he cambiado ni una coma. Me hace gracia ahora eso de la calificación “S”, aunque la película lo siga mereciendo. El espectador que se enfrente ahora con “Suspiria” puede que se reía con algunas escenas, como me pasó a mí en su época, pero, aunque el filme tiene sus fallos, y la perspectiva del tiempo no ha hecho sino confirmármelo, la verdad es que hay sustos que le pueden a usted hacer saltar en su silla, cuarenta años después. Las siguientes películas de Argento las he olvidado, “Inferno”, “Tenebre”, “Phenomena”, y no creo que vuelva a verlas (no es este terror de salsa de tomate mi favorito), e incluso creo que Argento recientemente completó la trilogía iniciada con “Suspiria” e “Inferno” con la tercera de las películas, rodada en este siglo XXI, pero, sinceramente, no creo que la vea. Eso sí, a pesar de todo lo que digo, “Suspiria” es una película importante de la historia del cine y todo nuevo cinéfilo de cuyo debería verla.

Muchas gracias, como siempre, por acompañarme y espero volver a escribir pronto.

 

El bonito póster original de 1977. Siempre me gustó. Foto: loinesperado13.com.

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Permítanme que me presente; soy Paperback Writer, un hombre de honor, pero de escasa fortuna, que escribe novelas baratas de estilo petulante y carácter romántico que ya nadie lee (ni compra), por lo que me veo obligado a hacer chapucillas como esta para jovenzuelos, que no lo son tanto, y así sacarme unos cuartos y mantener casa, hacienda y honor en un estado, digamos, lineal. Soy de Madrid y estoy a punto de cumplir 80 años. ¡Salud!

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