La siempre interesantísima programación de la Fundación Mapfre, en Madrid, ha tenido a bien programar para esta temporada una retrospectiva conjunta de Auguste Rodin (1840-1917) y Alberto Giacometti (1901-1966). El genio francés de la escultura es bien conocido, puesto que se trata de uno de los nombres mayores de la cultura francesa, y mundial, de finales del siglo XIX y principios del XX, mientras que el suizo Giacometti últimamente ha tenido más preponderancia en nuestro país, merced a dos excelentes exposiciones sobre sus esculturas y pinturas: la ocurrida en la propia Fundación Mapfre hace dos años, y que aunaba las obras de André Derian, Balthus (Balthasar Kłossowski de Rola) y el propio Giacometti, que explotaba la relación personal y profesional entre estos tres grandes artistas.

En primer término, la escultura de Giacometti “Hombre que camina II”, 1960 y, al fondo, “Torso de hombre”, 1900, de Rodin,.
También, el año pasado el Museo del Prado se “atrevió” a diseminar esculturas de Giacometti por sus augustas salas, lo que provocaba no poca perplejidad en el visitane. También, hace algunas temporadas (no tantas), pudimos ver la excelente película “Final Portrait”, dirigida por Stanley Tucci, que hablaba sobre un retrato que, el ya prematuramente anciano y cascarrabias Giacometti, realizó a su amigo el escritor James Lord a mitad de los años 60. La película es un placer verla. Yo tuve la oportunidad de asistir al estreno en no sé qué festival y me quedé muy admirado, sobre todo de la interpretación de Geoffrey Rush, como Giacometti y Armie Hammer, como Lord.

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Aunque Rodin y Giacometti no se conocieron (y eso que fueron contemporáneos, al menos en los últimos dieciséis años de vida del escultor francés), son varios sus puntos en común, tanto personales como artísticos. Y eróticos. Ambos eran depredadores sexuales y se aprovecharon de las mujeres todo lo que pudieron; Rodin, abusando de la escultora Camille Claudel y, eventualmente, mandándola directamente al manicomio.

La foto más conocida de la escultora Camille Claudel. wikipedia.org.
Giacometti no se quedaba atrás: aunque se casó con su mujer Annette Arm, a la que conoció durante la II Guerra Mundial, en 1949, (y Arm veló toda su vida por el trabajo de su marido), Giacometti no dudó en engañarla con cuanta mujer se le ponía por delante y alardear de ello ante su propia esposa. La última de sus amantes fue Caroline, una prostituta francesa que conoció en 1959: ella tenía 21 años y él, 58. Caroline (imposible conocer su apellido) prácticamente vivía de la caridad del escultor, quien no dudaba en hacerla entrar en su propia casa y enfrentarla a su mujer.

Anette Arm y Alberto Giacometti, en una fotografía de Henry Cartier-Bresson de 1961. www.fondation-giacometti.fr.

Giacometti y Caroline en 1960. Tate Gallery.
La exposición explota el “diálogo” (palabreja de moda que está presente en todos los afiches de las exposiciones) entre estos dos, sin embargo, grades artistas, confrontando obras de igual o parecida temática y señalando las semejanzas en las técnicas de ambos. Aunque sus modos de escultura están bastante lejos. Rodin cultivaba la escultura total, lo más parecido al cuerpo humano. Giacometti deformaba sus esculturas humanas hasta hacerlas sucintas: el hombre, caminando; la mujer, estática. Si Rodin se caracterizaba por el movimiento de los cuerpos y la multiplicidad de planos, Giacometti adelgazaba sus figuras hasta casi hacerlas desaparecer.

Giacometti: “Tres hombres que caminan”, 1958.

Rodin: “Las sombras”, anterior a 1886.
Mucho hay que ver y descubrir en esta exposición: la figura frente al pedestal, los movimientos espaciales, la experimentación, la vanguardia, la presencia del arte antiguo, el gusto por el arte de otras latitudes (especialmente África)… pero sería demasiado largo, y demasiado cansado para mí, poder relatarles las maravillas que esconden las dos plantas y muchas salas de esta excelente muestra, por lo que le dejamos a ustedes que la descubran por sí mismos.
Gracias una vez más por escucharme y por acompañarme, y no olviden de estas maravillosas mujeres de las que hemos hablado anteriormente y vaya mi homenaje a ellas, a las mujeres en general, en estos días del Día de la Mujer, 8 de marzo.
Las fotografías son de mi sobrino Federico, excepto donde se indique. Mi sobrino también me ha ayudado a ordenarlo todo y escribirlo en este demonio de máquina llamada computadora.

Albert Harlingue: “Retrato de Rodin con sombrero de fieltro”, 1904.