MILAGRO EN MILÁN.
Estimados lectores, hoy quiero hablarles de un a película que vi siendo muy joven, cuando se estrenó a principios de los años cincuenta en el cine Callao de Madrid. Esta es “Milagro en Milán”, de Vittorio de Sica.
“Milagro en Milán”, vista en los tiempos actuales, pudiera ser considerada como una película que tiene sus más y sus menos. Hoy podría se podría pensar de este largometraje como que es un ejercicio de moralina propio de la época, pero eso es falso. Los años de la posguerra fueron duros para toda Europa y en Italia, y las frías ciudades del norte del país, más todavía.
MILAGRO EN MILÁN.
(Miracolo a Milano).Director: Vittorio de Sica.
Producción: Vittorio de Sica.
Guion: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Suso Cecchi D’Amico, Mario Chiari, Adolfo Franci.
Intérpretes: Francesco Golisano, Brunella Bovo, Paolo Stoppa, Guglielmo Barnabò, Alba Arnova, Anna Carena, Emma Gramatica, entre otras.
Música: Alessandro Cicognini.
Fotografía: G.R. Aldo
Montaje Eraldo Da Roma
Vestuario Mario Chiari
País/año: Italia/1951.
Versión: B/N. Sonora. 100 minutos. V.O. en italiano con subtítulos en español.
Totò es un huérfano que es encontrado, de bebé, en un huerto de coles por una bondadosa anciana. Al morir la anciana, Totò es internado en un reformatorio de Milán hasta la mayoría de edad. Cuando sale de allí, se enfrenta al mundo con solo su ropa puesta, una pequeña maleta y ningún sitio donde ir. Pronto encontrará un poblado de gente muy pobre que le acepta como uno de los suyos. Totò, siguiendo su espíritu optimista y emprendedor, intentará mejorar las paupérrimas condiciones de vida de sus nuevos amigos.

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Vittorio de Sica abrió la puerta al cine moderno mundial con “Ladrón de bicicletas”, inicio del Neorrealismo Italiano, la Nouvelle Vague francesa, el Free Cinema, el Cinema Verité, los “los moteros tranquilos y toros salvajes” estadounidenses, el nuevo cine español etc. Sin embargo, De Sica no hacía sino un cine popular y los hallazgos narrativos y técnicos los ponía al servicio de la historia que se estaba contando.
Justo en “Milagro en Milán”, la historia es tan emocionante que apenas se notan las novedades técnicas, narrativas, de montaje y de ritmo que tiene esta película. Porque por mucho que toque un film, si conmueve es, principalmente, porque está bien narrado. Y como decían Frank Capra o Billy Wilder, directores a los que sin duda De Sica admiraba, una película es buena cuando ningún elemento sobresale sobre otro.
Una historia sencilla como la de “Milagro en Milán” sigue siendo universal y atemporal. Hubo pobres y ricos hace tres mil años y, probablemente, los habrá dentro de tres mil. La mirada de De Sica no se posa en la desgracia de estas gentes, sino pone el acento en el espíritu de superación, en la valentía y el arrojo y en el optimismo, a pesar de los pesares. En cualquier condición de vida hay solidaridad, compañerismo, espíritu de superación y puede nacer el amor. De Sica no pretende hacer moralina ni trata a sus personajes con paternalismo, ni siquiera pretende que el espectadora se encuentre mal en su butacas de cine. “Milagro en Milán” es una historia, como una película del oeste o de ciencia ficción. Es una historia sobre un grupo de gente.
De Sica también muestra que, dentro de un grupo humilde de personas, también hay miserias, como en las altas esferas de la sociedad. Así, en el mísero poblado está el egoísta, el altanero, el pendenciero, el mentiroso, la que se da aires de gran señora a pesar de estar en el arroyo. El director no juzga a estos personajes: los muestran tal y como son. No por ser pobre has de ser buena o humilde por naturaleza. La personalidad de cada una es independiente de su condición social.

Brunella Bovo y Francesco Golisano. justwatch.com
Como en cualquier sociedad, se ve en la película cómo se comportan estos seres humanos cuando se les quita algo, cuando se les añade una cosa, cuando aparece el prodigio y todos se portan como energúmenos.
Sin embargo, incluso estos personajes “malos” De Sica sabe moverlos con soltura y hasta con gracia, de modo que no causan rechazo o rabia, se acepta como son. Todo esto dentro de que, en el poblado, realmente reina la solidaridad la mayor parte del tiempo, todos se ayudan y encaran con alegría el día a día.
La administración de los tiempos y de la emoción la maneja De Sica con mano maestra. El director sabe dónde tocar, apretar, soltar. Cómo subyugar al espectador en el momento indicado. Cómo liberar lastre en el punto preciso y de qué manera introducir en el relato de la historia elementos de humor. Porque, a pesar de sus momentos emocionantes, “Milagro en Milán” es, sobre todo, una película eminentemente positiva y optimista. Totò (Francesco Golisano), la cabeza visible de este conjunto de gente (que no estrictamente “el protagonista” dado que el auténtico protagonista es este grupo humano) guía a sus compañeros por la vía de la esperanza sin dramatismos y los conduce a una especie de cotidianidad realista y pragmática: esto es lo que tenemos y con esto es con lo que vamos a trabajar.
Vitorio de Sica hace alarde de movimientos de cámara y de encuadres diferentes. Encara a los personajes en tres cuartos. Posiciona la cámara muy arriba (cuando Totó, niño, al principio de la película, es el único componente de la comitiva que acompaña al coche que lleva al cementerio a su madre muerta) o sitúa la cámara muy abajo, enfocando a los personajes casi a ras de suelo, como los vería un gato o un perro (la escena en la que Totó pide trabajo).
O la cámara es “aérea”, cuando el grupo de gente inaugura su cochambrosa ciudad de cartón y chatarra, cantando por sus calles la famosa “Ci basta una capanna”, del compositor de la banda sonora Alessandro Cicognini. Este es sin duda el momento más emocionante del film.
Las gentes de “Milagro en Milán” solo quieren una cabaña para vivir, algo de pan y un poco de tierra para morir. De lo demás ya se ocuparán ellos. Sin embargo, habrá, cómo no, fuerzas que impidan que estas personas vivan tranquilas. Incluso en estos momentos “malos”, De Sica hace gala de su elegante humor y de su genial talento para desdramatizar y mirar el lado bueno e, incluso, gracioso de las cosas. De esta manera, introduce escenas jocosas, que no es que alivien los momentos dramáticos, la miseria del poblado; sino que precisamente De Sica muestra, de manera revolucionaria y escandalosa, que incluso en las situaciones más desastrosas hay una cotidianidad y puede surgir el humor. Por ejemplo: la maravillosa escena en la que un juguetón rayo de sol aparece y todos los mendigos corren a ponerse bajo él (“Il sole, il sole!” ).

La famosa escena de “El sol”. cinemaesencial.com
aquella otra donde vemos al vendedor de globos, tan flaco que sale volando y hay que darle un bocadillo para que gane algo de paso. En otra escena, Evige (Brunella Bovo) , la enamorada de Totò, le tira a este, cada vez que lo ve, un cubo de agua porque así cree demostrar su amor (la primera vez que se vieron, ella le tiró agua sin querer y Totò, por miedo a contrariarla, le dice que le encanta que le echen cubos de agua).
O como cuando llega el dueño del terreno donde viven, un ricachón que quiere desalojarlos. De Sica lo ridiculiza, a él y a sus secuaces, haciéndole parecer bobos cuando se encuentran con algo que no pueden entender.

Francesco Golisano. cinemaesencial.com
De Sica también sabe de qué manera introducir elementos sobrenaturales sin que se merme la veracidad de la historia. Cuando el elemento fantástico aparece hacia la segunda mitad del filme, lo hace de tal manera que la espectadora se lo cree a pies juntillas; porque casa con el relato realista que estamos viendo y porque parece casi natural que ese prodigio se esté dando en el ruinoso poblado donde viven.
La sensación global que deja “Milagro en Milán” es de satisfacción personal. La espectadora (o el espectador) se va a su casa con una sonrisa: no pertenece al mundo de los pobres, no pertenece al mundo de los ricos, sino a ese otro mundo, más miserable si cabe, de la mediocridad de la clase media, del ayudante del verdugo. Pero claro, esto el espectador (o la espectadora) no lo sabe. O no lo quiere saber.
Esto es todo lo que quería decir de “Milagro en Milán”.
Gracias por acompañarme una vez más y hasta la próxima.

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