Emitido por primera vez el 27 de enero de 1961, “The Invaders” es una obra maestra, no ya dentro del ámbito de la serie que estamos comentando, ni siquiera dentro del ámbito de la televisión. Es una obra maestra del arte visual de la segunda mitad del siglo XX. No podría ser menos cuando se trata de un episodio que, además de estar incluido dentro del tono general de calidad de la serie, está por añadidura basado en un relato del gran Richard Matheson y cuenta también con una banda sonora a cargo de Jerry Goldsmith amen de una interpretación inolvidable de Agnes Moorehead.
En una casa decrépita, construida en medio de un paisaje yermo que recuerda a los tiempos de la Gran Depresión, una mujer de aspecto rudo (única habitante del lugar) recibe de forma inesperada la visita hostil de unos seres de otro planeta con unas características físicas que les hacen especialmente aterradores. El capítulo consiste básicamente en la narración de un combate brutal y atávico entre la mujer y los diabólicos invasores, todo se desarrolla sin el más mínimo diálogo (de hecho es esta una entrega de la serie en la que la, habitualmente entrañable presentación de Serling dentro del escenario en el que tendrá lugar la acción, resulta tan fuera de lugar que sin duda debió haberse omitido) a excepción de los bárbaros sonidos de la lucha sin tregua. El peso de la narración descansa en la esforzada actuación de Moorehead, la cuidada fotografía, una esmerado diseño de producción -que convierte el marco físico en el que se desarrolla el capítulo en un protagonista más del argumento- y la partitura de Goldsmith capaz de ejecutar toda suerte de efectos sonoros que describen en cada momento el desarrollo del drama de una forma mucho más eficaz que cualquier diálogo, en fin un conjunto de elementos que mantienen al espectador en un estado constante de tensión ante la incapacidad de adivinar qué va a suceder en la siguiente escena.
Incluso sin el desenlace final y la explicación de todo, “The Invaders” sería una pieza magistral de la ficción moderna por sus propios méritos de puesta en escena, pero dicho desenlace (por más que, de nuevo, nos suene hoy en día a recurso demasiado utilizado y necesitemos por lo tanto hacer el esfuerzo de colocarnos en la perspectiva del espectador de entonces) supone un valor adicional por lo que comporta de replanteamiento de todo lo visto hasta ese momento. En resumen un episodio imprescindible, incluso si han decidido no aventurarse en el universo particular que ofrece esta serie yo les rogaría que al menos vieran “The Invaders”.