Mucho antes de la llegada del cine quinqui, las calles de Madrid fueron testigo de turbias historias que superarían las tramas de cualquier película de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma. Delincuentes juveniles cuyas fechorías aparecían en letra pequeña, casi invisible, en las páginas de la prensa cercana al régimen. Pero los vecinos más veteranos del barrio de Usera podrían relatar, con cierto temor, los enfrentamientos entre pandilleros que se dejaron la vida en sus rincones. Los Ojos Negros, Rana Verde y otras bandas callejeras cuya rivalidad y afición al baile nos hace pensar en una versión cañí de West Side Story (Robert Wise, 1961) o Rebeldes (Francis Ford Coppola, 1983) . Entre los supervivientes alguno llegó lejos, muy lejos, como el recientemente fallecido Camilo Sesto.

Cine Usera (1959)
Los Ojos Negros eran los dueños de la calle en el Madrid de los 60. Controlaban todo mediante amenazas y extorsiones, unas veces a punta de navaja y otras directamente a golpes. En sus filas contaban con José Luis Pachecho, nacido cerca del hospital militar de Carabanchel pero poco acostumbrado a acatar órdenes. Se crió en Pan Bendito, el barrio de Las Grecas, y allí conoció a Emilio El Lobo. La tradición oral cuenta que juntos atracaron una joyería y, a la hora de repartirse el botín, se pelearon. El escándalo fue tan grande que tuvo que acudir la policía y ambos acabaron en prisión. Durante sus años en la cárcel José Luis coincidió con Eleuterio Sánchez El Lute y sufrió frecuentes palizas. Tuvo que aprender a defenderse para sobrevivir entre rejas y descubrió que tumbar adversarios no se le daba mal. Nada mal. Así que, al salir en libertad (previo paso por La Legión), José Luis Pacheco se convirtió en el boxeador ‘Dum Dum’ Pacheco.

José Luis ‘Dum Dum’ Pacheco (1975)
Llegó a ser número uno de Europa y décimo del ranking mundial de pesos welter. El éxito de la película Rocky (John G. Avildsen, 1976) generó mucho interés por el boxeo en la España post franquista y ‘Dum Dum’ Pacheco dio el salto al cine, primero con Manuel Summers en El primer divorcio (compartiendo protagonismo la ahora baronesa Tita Cervera) y después con Mariano Ozores en la spoof movie Yo hice a Roque III, una de las más taquilleras de la dupla Pajares – Esteso. Entre medias, una película con un título muy premonitorio: Juventud drogada (José Truchado, 1977).
Antes de su auge mediático, cuando se ganaba la vida amenazando con sus puños a todo aquel que tuviera deudas pendientes con Los Ojos Negros, se cruzó en su camino un joven de Alcoy recién llegado a Madrid y que empezaba actuar por los locales de Usera que estaban bajo su control. No tenían el encanto de The Cavern en Liverpool o el CBGB en Nueva York. Más bien, lo contrario. Eran garajes o antiguos talleres reconvertidos a salas de conciertos, cuyas mugrientas paredes vieron nacer a una incipiente escena musical seducida por el Rock and Roll. Fue el caso de Los Dayson, la primera banda de ese joven alicantino llamado Camilo Blanes, cuya portentosa voz y manera de moverse en el escenario llamó la atención de Los Ojos Negros. Él sería el elegido para amenizar sus fiestas, para iluminar con sus melodías aquellas noches oscuros. Y ellos pasarían a ser sus protectores.
Las drogas y las peleas harían estragos en la agitada España del 68. Lo que empezó como un West Side Story castizo acabó como The Warriors (Walter Hill, 1979). Aquellos que dominaban las calles terminaron siendo víctimas de ellas y Camilo decidió cambiar Los Dayson por Los Botines, grupo beat en caída libre que años atrás llegó a telonear a The Animals. Su mayor logro fue aparecer en la película Hamelín (Luis María Delgado, 1969), un vehículo de lucimiento de Miguel Ríos.
Con el apoyo de Juan Pardo, llegó su debut en solitario bajo el nombre de Camilo Sesto. El resto de la historia ya la conocéis: más de 120 millones de discos vendidos, una aclamada adaptación del musical Jesucristo Superstar y alguna desafortunada intervención en la prensa rosa que contribuyó a caricaturizar al artista alicantino en sus últimos años. El pasado 8 de septiembre Camilo Sesto falleció a los 72 años y sus canciones más populares volvieron a acaparar los programas de radio, televisión y muros de Facebook. ‘Algo de mí’, ‘Amor… amar’, ‘Perdóname’, ‘Fresa salvaje’ y la aún reina de los karaokes: ‘Vivir así es morir de amor’. Hay que bajar muchos peldaños más para encontrarnos con ‘Escapar’, incluida en su disco ‘Con ganas’ (1982), que vale la pena desempolvar para revisar su letra y encontrar una frase, ahora, sospechosamente reveladora: Huyendo de mi destino y de unos ojos negros.
Afortunadamente ese adolescente llamado Camilo Blanes, que llegó a Madrid con ganas de triunfar en la música, pudo huir de aquel inframundo donde cohabitaban Los Ojos Negros y demás delincuentes urbanos. De lo contrario, habría acabado siendo devorado por las calles y Camilo Sesto habría muerto antes de tiempo.
© SME (en nombre de Legacy Recordings); ASCAP, UMPG Publishing y sociedades de derechos musicales, 2019.